
Un próspero caminante llegó a orillas de un río caudaloso, donde encontró a un anciano demacarado que pedía ayuda para cruzar la corriente.
El viajero se apiadó de él y ofeció cruzarlo en su espalda.
Caminaron en el río pero, en medio de la corriente, los débiles brazos del viejo apretaron peligrosamente la garganta del viajero. Con voz suave, el anciano le informó que estaría obligado a cargarlo el resto de su vida.
El viejo, desde luego, era un ekimmu.
El hombre regresó a casa con la criatura en la espalda, donde descansaría de manera invisible el resto de sus días.
Su prosperidad se desvaneció y se encontró viviendo en la pobreza, a punto de convertirse en un mendigo.
Esto se debía que el ekimmu "abosrbía lo bueno" de todo lo que hacía.
Este comportamiento del ekimmu era precisamente el de un vampiro. Al morir el hombre, se escuchó el sonido de las alas correosas alejándose, aunque no se vió nada. El ekimmu había partido.
Dr. Bob Curran