"Todas las mañanas me despertaba al alba con su contacto, con la delicia de su calor y el aroma embriagador de su piel.
Nunca había yacido con un hombre que me amara por completo, por mí misma, y era una experiencia vertiginosa.
Nunca había yacido con un hombre cuyo contacto adorara sin necesidad de disimular mi adoración, exagerarla o ajustarla en absoluto. Simplemente lo amaba como si fuera mi primer y único amor, y él también me amaba y me deseaba con una sencillez que me maravillaba, al pensar que durante todos esos años había tratado con la otra cara de la moneda; la vanidad y la lujuria.
Entonces no sabía que existía esa otra moneda, una moneda de oro puro."
La Otra Bolena de Philippa Gregory